Jesús López Pacheco (1930-1997)
1. Si hay escritores que, de verdad, merecen un lugar más agradecido del que efectivamente tienen en nuestra memoria cultural contemporánea, sin duda alguna, Jesús López Pacheco (Madrid, 1930), se encuentra entre ellos. Hablamos de una de las más prometedores figuras de la Literatura Española del medio-siglo: un autor que se inicia en las letras conquistando un accésit del Premio Adonais de poesía con apenas veintidós años de edad; un ganador del Premio Sésamo de narrativa breve con veinticinco; finalista del Premio Nadal de novela con veintiséis; finalista del Premio Internacional Omegna de poesía (Italia) con treinta; joven redactor y corresponsal de varias revistas literarias, españolas y extranjeras durante los años sesenta; lector, corrector, director editorial e incansable traductor de los más destacados ―y más al día― escritores de su tiempo; y él mismo traducido a los más variados idiomas (francés, italiano, rumano, sueco, checo, esloveno o polaco) antes todavía de haber superado el año 1960. Para bien y para mal, su obra y su personalidad literarias quedarían indisolublemente ligadas al compromiso contra la dictadura franquista que truncaría sin piedad su trayectoria, avocándolo al exilio y a la publicación “trashumada” (extranjera) de sus libros ―una de las principales dificultades que ofrece el análisis actual de su obra―, falleciendo humilde y calladamente en la ciudad de London, Ontario, en Canadá en 1997.
2. Nacido en el barrio de Cuatro Caminos de Madrid, su infancia transcurrió entre numerosos traslados de domicilio debido a la profesión de su padre: obrero montador de centrales hidroeléctricas; hasta el estallido de la Guerra Civil que instala a la familia definitivamente en la capital. Estudiante en el Instituto Cardenal Cisneros, ingresa en la Universidad Complutense en el año 1949 para estudiar, contra la voluntad expresa de su padre que planeaba para él una carrera “técnica”, Filología Románica. Inconformista y curioso (realiza su Tesis de Licenciatura sobre la obra del exiliado Pedro Salinas), en 1952 se presenta al Premio Adonais, alzándose con uno de los accésit por su obra Dejad crecer este silencio, publicada ―según la costumbre― un año después en 1953. Como todas las obras primeras de los poetas del medio-siglo (Claudio Rodríguez, Eladio Cabañero, Ángel González, Jaime Gil de Biedma), también Jesús López Pacheco supo recoger, expresar y conectar con las inquietudes y preocupaciones de una juventud extrañamente deprimida, muy desorientada fuera de los canales históricos que el régimen escasamente les ofrecía (fútbol y cine americano, fundamentalmente). Según explica Ignacio Soldevilla Durante ―compañero estudiante entonces en Madrid, compañero profesor después en Canadá; amigo siempre― en su emotivo texto de homenaje “Jesús López Pacheco (verídica Novela de emigrante)”, el éxito del libro fue sobresaliente: “En octubre, al entrar los estudiantes de quinto año de Filología Románica en las aulas, llevábamos todos bajo el brazo un librito titulado Dejad crecer este silencio”. En medio de una atmósfera de intenso sabor clásico, entre los versos de Homero, Andrés Fernández de Andrada o el primer Luis Cernuda ―el de Perfil del aire, referencia pionera en la época―, se desenvuelve un poeta solitario y “extrañado”, consciente de abandonar ya la niñez, circunspecto en su vacío existencial: la lentitud de una exploración contenida (pero ansiosa) de la vida en la Naturaleza triste y otoñal, las indiferentes estrellas más allá de la ciudad provinciana y aburrida, estáticos todos los objetos y las cosas alrededor, detenidamente contemplados, proyectándolos hacia la esperanza ―una de las claves del libro―, expectativa del futuro abierto e inminente.
En el verano 1954, poco antes de comenzar el último curso de la carrera y tras realizar su servicio militar en las Milicias, sucede un hecho trascendental para la trayectoria ideológica de Jesús López Pacheco. Se alista entonces en el llamado Servicio Universitario del Trabajo (SUT): una iniciativa de los sectores falangistas próximos al SEU, consistente en la organización de campamentos de verano para que los estudiantes urbanos de clase media compartieran durante unos meses faenas obreras no-cualificadas en los variados sectores productivos del país: recolección agrícola, minería, cadenas de montaje industrial, repoblación forestal o ―como en su caso―, la pesca de bajura; trasladándose como Jefe de Campo (responsable) a la localidad de Cudillero, en Asturias. En realidad, y contra la expectativa de Falange, lejos de contribuir a la “formación del espíritu nacional” de los jóvenes, el programa se convertiría para muchos en un camino abierto hacia su definitiva “toma de conciencia” y el compromiso con la oposición política: Nicolás Sartorius, Cristina Almedida, Manuel Vázquez Montalbán, Juan Goytisolo, Pascual Maragall, Vicenç Navarro, Javier Pradera o Manuela Carmena, entre otros, pasarían también por esa misma experiencia. Particularmente para Jesús López Pacheco, su paso por el SUT significará, además, el decisivo giro de su literatura hacia el social-realismo; representante entre nosotros de una singular “Estética del Trabajo” en la que se va a desenvolver toda su producción inmediatamente siguiente. Además de obtener en 1955 el Premio Sésamo por su colección de cuentos Maniquí perfecto, ultima ya la que será una de las grandes novelas de nuestra posguerra: su Central eléctrica (hito de la narrativa social-realista española sobre una crítica de la apropiación capitalista del trabajo), presentándola al Premio Nadal en 1956. Mientras espera el fallo, López Pacheco se involucra en la organización del frustrado Congreso de Escritores que daría lugar a los sucesos de la Ciudad Universitaria (enfrentamientos entre estudiantes falangistas y demócratas por la “liberalización” de las estructuras académicas). Su participación en las revueltas le condujo a la detención ―durante la cena familiar y ante sus padres―, el encausamiento y la encarcelación en la prisión de Carabanchel. Aunque ya es imposible de comprobar, se ha escrito que esta circunstancia le podría haber costado el primer premio del Nadal, manipulada en el último momento la decisión del jurado, y concedido a cambio a la novela La frontera de Dios del Padre José Luis Martín Descalzo.
En cualquiera de los casos, a su salida de la cárcel formaliza su matrimonio y su actividad literaria ―su activismo― se intensifica. Entre 1958 y 1960, estrecha sus vínculos con los autores más comprometidos del medio-siglo, especialmente con el grupo de la Escuela de Barcelona y su emergente aparato editorial, donde comienza a trabajar realizando una impresionante labor como traductor. De hecho, es probable que el lector de estas líneas haya conocido ya, tal vez sin advertirlo, sus versiones de Bertolt Brecht (Poemas y canciones), Eugene Evtuchenko (Entre la ciudad sí y la ciudad no; No he nacido tarde), Edgar Lee Masters (Antología del Spoon River), Tony Harrison (V), Vasco Pratolini (Crónica familiar), Georges Simenon (sus series del Inspector Maigret), Carl Jung (Los complejos y el inconsciente), Carlos Marx (Cuestiones de arte y literatura) o Umberto Eco (Diario íntimo), por citar solo algunos de ellos. Jesús López Pacheco conoce por aquel mismo entonces al escritor rumano Vintila Horia, un interesantísimo personaje de nuestra posguerra (traductor, editor y agente literario pionero) con quien colabora en la famosa antología de Poesía italiana contemporánea para Península; participa igualmente en las legendarias “Conversaciones de Formentor” organizadas por Camilo José Cela en la localidad mallorquina en 1959 y cuatro de sus poemas son seleccionados para la antología Veinte años de poesía española de Josep Maria Castellet; colaborando, igualmente, en el lanzamiento en México de la mítica selección Romancero della resistenza spagnola preparada por Darío Puccini para Feltrinelli de Milán en 1960.
3. Desde el punto de vista poético, el año 1961 será muy particularmente importante en la trayectoria del autor, cuando ocasionalmente coincide la publicación de tres de sus libros. Prohibido por censura en nuestro país y desviado a las imprentas de Edizioni Rapporti Europei de Roma (donde ve la luz en edición bilingüe), aparece en primer lugar Pongo la mano sobre España: un poemario experimental, compuesto entre 1955 y 1960 ―presentado por Giancarlo Vigorelli― y acompañado de un interesante “Prefacio” en el que López Pacheco explica con gran detalle su proceso de transición desde el esteticismo existencial y la pureza (considerada ya ahí como un “defecto moral”), hasta la humanización y la conciencia del propio tiempo: aspiración a la escritura de una poesía honrada, a la vez “íntima y social” en sus palabras, absolutamente identificada con el trabajo ―el manual, masculino y más duro― de la clase obrera (“me quito la camisa cuando hago poesía”, escribe). Textos muy vigorosos en su compromiso y atrevidos, por momentos realmente abrumadores en su empuje y convicción ―no ajenos a cierta moral pequeño-burguesa―, donde se alternan el verso libre y la canción popular tradicional con ritmos métricos clásicos, en una poesía densamente patriótica (España y sus gentes como referencia constante e inequívoca), mejor cuanto más pensada está desde la propia autobiografía: “Acero de la sierra [exclama], espejo mío: / dame la imagen de mi padre obrero, / cuéntame su fatiga y su trabajo, / repíteme su gesto sacudiéndose / la gota de sudor que le nacía / como una idea pura de la frente”. La misma perspectiva poética social se afina y se concreta en Mi corazón se llama Cudillero, publicado por la pequeña editorial El Ventanal de Mieres, donde regresa sobre su experiencia pesquera en las aguas del litoral asturiano: recuerdos de sus compañeros de la barca “Emilio Félix” con la que salía a faenar, el manejo de los instrumentos de trabajo (timón, remos y motores, sedal, redes, jarcias y aparejos), el cansancio que abre el apetito o las reparadoras conversaciones con las muchachas del pueblo a la vuelta; todo levemente idealizado en poemas breves y asonantes, subrayando su espontaneidad sentimental y su inocencia.
Jesús López Pacheco pasaba ya definitivamente a la historia de nuestra literatura con la publicación de su tercera entrega de 1961 en la Colección Colliure de Barcelona: su hermoso poemario Canciones del amor prohibido, una colección de bellísimas composiciones, emocionantes no solo por la originalidad en la concepción de su diseño: la dramática aventura de los jóvenes enamorados de Madrid en busca de las penumbras del Parque del Oeste y el Retiro, siempre hostigados por guardias urbanos empeñados en impedir sus miradas, sus manos entrecruzadas y sus besos; sino también, y fundamentalmente, por la misteriosa, aparente sencillez de su acabado, recordando la levedad y el encanto de los mejores libros de nuestra tradición neo-popular contemporánea: La amante y El alba del alhelí de Rafael Alberti o las Canciones de Federico García Lorca. Importa señalar, particularmente, el nuevo espacio abierto ahí por Jesús López Pacheco, orientando el compromiso literario hacia una inédita actitud moral: crítica de las mezquindades cotidianas, el pánfilo puritanismo de una sociedad absurdamente reprimida, incapaz de tolerar ―ni siquiera― la belleza del amor: “Junto al río / Manzanares / parejas de novios van / ocultas entre los árboles. / Junto al río / Manzanares / van los novios brazo al talle. / Junto al río / Manzanares / nace el amor cuando muere / la tarde”.
4. A lo largo de la década de los sesenta, Jesús López Pacheco prosigue incansablemente con su trabajo como traductor ―recibirá, de hecho, un premio de la Embajada italiana en España por la contribución a la difusión de su cultura― y se emplea como corresponsal y cronista del histórico diario sueco Expressen. Sin embargo, encuentra cada vez más dificultades para publicar sus libros en España y su nombre figura en las “listas negras” del régimen. Entre 1963 y 1968 apenas si reedita Pongo la mano sobre España para el volumen España a tres voces (junto a los libros Poemas en la noche de Marcos Ana y Muro y alba de Luis Alberto Quesada) en las Ediciones Horizonte de Buenos Aires; y publica en 1967 su novela corta El Hijo en la ciudad de Lima. Según explica el profesor Ignacio Soldevilla Durante, un hecho trascendental será la interrupción policial de un acto de lectura pública de sus poemas en la Plaza de los Héroes de la Independencia de Madrid, convenciendo al escritor ―igual que a otros de sus compañeros Alfonso Costafreda, José Ángel Valente o Ángel González― de instalarse fuera del país. En 1968 Jesús López Pacheco pone fin a una situación histórica y personal ya insostenible e inicia una nueva etapa empleado como Profesor de Español en la Universidad de Western Ontario en Canadá.
Respecto a su producción poética, en 1970 aparecerá una colección de ochenta nuevos textos originales (escritos todos entre 1956 y 1968) con el título Delitti contro la speranza, libro deliciosamente editado por Guanda ―la casa de Ugo Guandalini en Parma―, en edición bilingüe. En el extenso prólogo del hispanista y escritor Ignazio Delogu, además de una excelente panorámica de la literatura española de posguerra ―situando la obra de López Pacheco en su mapa a gran relieve― se van a poner de manifiesto también algunas características novedosas en su obra: “Questo è il libro del NO [escribe Delogu]; il NO è il centro dal quale si dispartono tutti gli altri temi: da quello civile e politico al tema della Spagna, anche’esso contiguo ai primi due, sino agli altri, piú distanti, dell’infanzia, della città, della solitudine”. El pesimismo (“Esperanza, flor maldita” escribe), impregna notablemente sus nuevos poemas, ofreciendo el retrato íntimo de un hombre hundido en el desencanto. Particularmente en las composiciones más nuevas, es posible apreciar el tremendo esfuerzo del poeta por afrontar la dureza de la vida ―el trabajo, la familia, los recuerdos― sin sucumbir a la realidad implacable de su propio desánimo, en lo que tal vez sea uno de sus libros más auténticos y expresivamente más acabados. También en ese mismo año, entrega a las imprentas de la combativa editorial mexicana ERA los sesenta nuevos textos de Algunos aspectos del orden público en el momento actual de la histeria de España, poemario desigual y “urgente” de rigurosa circunstancia en el que insiste en una literatura (tal vez ya demodé o necesitada de revisión) de impronta revolucionaria; se diría que claramente inferior al resto de su producción. Este periodo vendrá ya a cerrarse con la publicación en 1973, también en México ―Joaquín Motriz―, de su ambiciosa novela experimental La hoja de parra (decisivamente influenciada por el stream of conciousness de James Joyce), brutal proceso de descomposición moral de una joven pareja de la burguesía española ante su inminente noche de bodas.
5. Las décadas de los años setenta y ochenta transcurren en un inquietante silencio creativo. A excepción de una colección de cuentos (Lucha por la respiración y otros ejercicios narrativos; Debate. Barcelona, 1980), Jesús López Pacheco se dedica primordialmente a ofrecer charlas, conferencias y recitales por numerosas universidades de Canadá y EEUU y no publica una nueva entrega poética hasta el año 1992, cuando regresa con su interesantísimo Asilo poético (Poemas escritos en Canadá, 1968-1990), aparecido en Endymión de Madrid. Pienso que Asilo poético resulta un libro importante por varios motivos. Se trata de una serie de cuadernos escritos en diferentes etapas, presentando una estructura dramática desde el desamparo inicial del destierro, tocado incluso por la acusación y el resentimiento histórico hacia esa España, no tanto madre como áspera madrastra (“De mí jamás podrás decir tú nada “[escribe en su “Soneto de amor y de rencor”]. Y antes de que hagas de mí quien no quería, / para ser español, me arranco España”); un tormentoso proceso de inquisición y examen íntimo de conciencia, avanzando por el dolor, el desgarrador sentimiento de abandono y soledad, hasta la resignación, al fin: la aceptación ―penosa e impresionante por su honestidad― de la realidad y la evidencia de los hechos. En paralelo al remordimiento y el sueño derrotado, se va abriendo paso poco a poco, e inevitablemente, también la nueva vida en Canadá; los poemas respiran ofreciendo instantes de celebración y de alegría junto a su familia ―los deliciosos poemas a su compañera― y sus amigos, recuerdos de la juventud ida (memoria agradecida de los padres muertos en la distancia); un proceso de regeneración íntima de amplias destrezas expresivas ―de lo clásico a lo vanguardista― ahora instalado en una nueva esperanza: “si es verdad que queda vida en las palabras, ¿quién sabe qué palabra se hará vida?”.
Antes de su prematura muerte en 1997 ―67 años―, Jesús López Pacheco edita en la pequeña editorial vitoriana Bassarai un último libro original, titulado Ecólogas y urbanas. Manual para evitar un fin-de-siglo siniestro (1996), donde encontramos a un autor notoriamente revitalizado que regresa a su mejor verso. Con la subversión irónica de la égloga y el género bucólico clásico como fondo, el poeta ensaya los más variados registros ―soneto, verso libre, caligramas, máximas, refranes y aforismos, prosa lírica― con gran ingenio, honda sencillez y sentido del humor, ahí acentuando (temprano históricamente) las preocupaciones más actuales de la dominación tecnológica, la dictadura cotidiana de la electrónica y la estadística, la contaminación o el capitalismo de consumo que informan también el contenido fundamental de su novela póstuma: El homóvil. Libro de maquinerías de 2002. Al fin, gracias a César de Vicente Hernando se publicaría, también en 2002, la única antología reunida de su obra poética, titulada El tiempo de mi vida, aproximación a una brillante trayectoria literaria marcada por su amor a España y su compromiso humano.
Bibliografía poética del autor
―Dejad crecer este silencio. Madrid. Adonais, 1953
―Mi corazón se llama Cudillero. Mieres. El ventanal, 1961
―Canciones del amor prohibido. Colliure. Barcelona, 1961.
―Pongo la mano sobre España. (Edición bilingüe) Rapporti Europei; Roma, 1961 [Reedición: España a tres voces. Ediciones Horizonte; Buenos Aires, 1963].
―Delitti contro la speranza. (Edición bilingüe). Guanda; Parma, 1970.
―Algunos aspectos del orden público en el momento actual de la histeria de España. Editorial Era; México, 1970.
―Asilo poético. Poemas escritos en Canadá (1968-1990). Endymión; Madrid, 1992.
―Ecólogas y urbanas. Manual para evitar un fin-de-siglo siniestro. Bassarai. Vitoria, 1996.
―El tiempo de mi vida [Antología]. Germanía; Valencia, 2002.
Información adicional
- Universidad: León
- Investigador: Pablo Carriedo Castro
- Publicación: Jueves, 14 Noviembre 2019
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